
WALTER DOTI
@walterdotiProfesor en Filosofía por la U.N.M.d.P.
Docente de la U.A.D.E. y en diversas instituciones secundarias, terciarias y universitarias.
Becario doctoral del CONICET.
Docente en talleres de Filosofía, Etica, Creatividad, Técnicas Narrativas y de Estudio y Pensamiento Crítico.
Divulga de su disciplina en medios de comunicación gráficos y audiovisuales.
Mentor sobre el Futuro de las Empresas y Ciudades.
¿Una pequeña ventana de libertad?
El concepto de libertad está de moda. Todo el mundo discute los alcances y las variantes de este derecho que se considera natural e inalienable: la capacidad humana de poder actuar. Pero este concepto está íntimamente relacionado (aun cuando sea distinguible) con otra creencia que asumimos como un hecho cierto. Pues, antes de efectivizar esas acciones de las que seríamos capaces, debemos poder contar con la posibilidad de elegir qué hacer o qué no hacer...
Por Wlater Doti

El concepto de libertad está de moda. Todo el mundo discute los alcances y las variantes de este derecho que se considera natural e inalienable: la capacidad humana de poder actuar. Pero este concepto está íntimamente relacionado (aun cuando sea distinguible) con otra creencia que asumimos como un hecho cierto. Pues, antes de efectivizar esas acciones de las que seríamos capaces, debemos poder contar con la posibilidad de elegir qué hacer o qué no hacer; es decir, debemos contar con lo que se conoce como libre albedrío. No será tan sencillo, sin embargo, sostener esta idea, por mucho que estemos convencidos de que a cada paso que damos estemos decidiendo por nuestra voluntad: tal vez esta sensación no sea más que una ilusión. Veamos por qué.
Me levanto por la mañana dispuesto a darme la ducha diaria que separa el sueño de la vigilia, pero esta vez advierto que se me ha hecho demasiado tarde. Decido que será mejor evitar bañarme y que esta vez optaré por lavarme la cara y salir raudo para el trabajo. A punto de subir al auto, con mi maletín en la mano, me imagino que los minutos que llevo de atraso harán imposible estacionar en el centro, donde está la oficina de la que soy empleado. Prefiero entonces ir en taxi, así que llamo a la compañía para que me envíen un auto hasta la puerta de mi casa. De camino, el conductor se topa con un embotellamiento y me pregunta si quiero que siga por la avenida principal o que se desvíe por una calle lateral. Y aunque calculo que la segunda opción incrementará el precio del viaje, le pido al chofer que tome por el camino alternativo: todo sea por lograr que no me descuenten el presentismo. Cuando llego al trabajo, mi jefe me espera con cara de enojo; no pude evitar un importante retraso, cosa totalmente inusual en mí. Me pregunto qué puedo hacer. Se me ocurren algunas mentiras para excusarme, pero también considero decirle la verdad. En definitiva, no tengo toda la culpa de lo que ha sucedido. Avanzo por el camino de la sinceridad y me sale bien. El jefe me escucha y simulando que no ha pasado nada, me apura a ocupar mi escritorio. ¿Le doy las gracias o continúo con su disimulo? Prefiero esto último. Y callado me dispongo a trabajar como todos los días, en el oficio al que decidí dedicar mi vida.
¿Existe la posibilidad de que cada una de estas alternativas por las que me he inclinado no hayan sido elegidas por mí? Nada parece así indicarlo. Todos sentimos, cuando actuamos, que nuestras decisiones surgen enteramente de nuestro arbitrio personal. Por otro lado, sin embargo, hay que notar que, con igual convicción, también estamos seguros de que cada evento natural es un efecto de alguna causa. ¿O hay acaso algo que pueda surgir de la nada, espontáneamente, sin ser causado? Los eventos físicos están vinculados entre sí por relaciones de causa y efecto. Esto significa que cada cosa que sucede es el resultado necesario de una causa previa que la provocó, de modo que ninguna otra cosa que lo que efectivamente ocurrió podría haber ocurrido. Ambas cosas parecen obvias y naturales: tanto sentimos en carne propia la sensación de optar libremente, cuanto que todo efecto debe tener su causa. Pero, como comenzará a notarse, no es posible sostener lógicamente las dos posiciones a la vez.
En efecto, cuando vivenciamos la sensación de estar tomando una decisión por nosotros mismos, creemos que existe lo que se denomina el principio de las posibilidades alternativas; es decir, el concepto según el cual una acción es libre, solo si podríamos haber elegido otra cosa que por la que optamos. Pero si asumimos que todo está concatenado por relaciones de causa y efecto, entonces no hay lugar para las opciones: el agente de la acción está condicionado por causas previas a hacer solo una cosa determinada. Por supuesto, esto va en contra de cualquier intuición. Yo siento que estoy decidiendo; yo siento que actúo como actúo o decido como decido, solo por el hecho de que lo he decidido yo mismo y no porque nada me obligue necesariamente a hacerlo así. Hasta podría decir que tengo una certeza tan grande al respecto que me negaría a escuchar cualquier argumentación contraria. Pero se sabe que las intuiciones personales no constituyen un buen argumento para sostener una posición. Mejor es analizar cuidadosamente las cosas, aun cuando vayan en contra de las posturas que aceptamos automáticamente (O mejor: sobre todo cuando van en contra de las posturas que aceptamos automáticamente). Si así lo hacemos, nos daremos cuenta de que cuando tomamos una decisión se da en nosotros un estado mental, que implica que ha habido un estado cerebral que le dio origen. Pero hete aquí que un estado cerebral es un estado biológico (supone la interconexión de millones de neuronas). Y un estado bilógico, en definitiva, es un estado físico. Y la física, finalmente, responde a la causalidad: está determinada necesariamente por causas. De otra manera, ¿de dónde podríamos decir que vienen nuestros impulsos? ¿Son aleatorios? ¿Qué lleva a alguien a hacer una cosa y no otra? Si no son aleatorios, entonces tienen que tener una causa que los determina, de modo que lo que supuestamente tengo la libre voluntad de hacer, en realidad no podría haber sido otra cosa que la que efectivamente hago, implicando esto que no soy libre. Y si acaso supongo que responder al azar, que vienen a nosotros de modo random, entonces tampoco son productos de mi decisión propia.
Así las cosas, no quedan muchos argumentos para fundamentar racionalmente la idea de que la libertad es posible más que nuestra experiencia subjetiva, nuestra sensación de que lo somos. Pero como dijimos, esta sensación que parece tan real, podría ser tan ilusoria como esos sueños en los que nos convencemos de que estamos siendo corridos por un león o que estamos cayendo en un pozo, cuando en realidad estamos cómodamente instalados en un colchón de resortes, aislados de todo peligro. No hay lugar para el libre arbitrio en el modo en que la ciencia pinta el universo: pensamos que somos libres, pero no podemos sostener la idea de que lo somos. Es probable que seamos víctimas de una especie de alucinación, provocada por el hecho de que cada decisión esté causada por múltiples y numerosísimas cadenas causales que actúan sobre nuestros cerebros y que son imperceptibles para nosotros.
¿Qué nos quedaría en un mundo donde todo lo que viniera ocurriese necesariamente, sin posibilidad de ser cambiado? Quizás nada más que la esperanza de que, en la rígida estructura del Universo, haya alguna falla; algún resquicio que permita, como quería Borges, un pequeño espacio para no estar sometidos a las implacables leyes del Universo. Una pequeña ventana de libertad.
Para una versión del I King, J. L. Borges
El porvenir es tan irrevocable
como el rígido ayer. No hay una cosa
que no sea una letra silenciosa
de la eterna escritura indescifrable
cuyo libro es el tiempo. Quien se aleja
de su casa ya ha vuelto. Nuestra vida
es la senda futura y recorrida.
Nada nos dice adiós. Nada nos deja.
No te rindas. La ergástula es oscura,
la firme trama es de incesante hierro,
pero en algún recodo de tu encierro
puede haber un descuido, una hendidura.
El camino es fatal como la flecha
pero en las grietas está Dios, que acecha.
+ notas
LAS ALARMAS DE LA LICENCIADA SOLEDAD ACUÑA. SOBRE LA PROHIBICIÓN DEL LENGUAJE INCLUSIVO EN C.A.B.A.
Por Walter Doti¿Una pequeña ventana de libertad?
Por Wlater DotiNi los pollitos son amarillos, ni las manzanas son rojas, ni el cielo es azul
Walter DotiEL SANO HÁBITO DE LA DUDA
Walter DotiPaginas 1
Noticias Mar del Plata / Buenos Aires©